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El Minotauro

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El Minotauro era un monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro que había nacido de la unión de la reina cretense Pasifae y el fabuloso toro blanco que Poseidón había entregado a su marido el rey Minos. Pese a la orden de sacrificarlo en su honor, Minos desobedeció al dios y lo mantuvo en su corte con desastrosas consecuencias. Minos se avergonzó tanto de la existencia de esta criatura, cuyo nombre significaba «toro de Minos», que lo encerró en un complejo llamado Laberinto construido por Dédalo. Allí, la criatura tenía siete jóvenes y siete doncellas atenienses para devorar cada nueve años. Teseo, con la ayuda de la hija de Minos, Ariadna, acabó con esta práctica cuando buscó a la bestia en el Laberinto y acabó con ella, encontrando luego la salida gracias al hilo que su amante le había dado al entrar en el complejo.
La historia del Minotauro y su concepción parece estar unida al culto del toro en la sociedad cretense entre los años 2000 y 1450 a.C. En las excavaciones que se han realizado en el palacio de Knossos hay muchas imágenes de hombres y mujeres danzando y haciendo acrobacias sobre los lomos del animal. Quizá existiera también un rito en el que habría que luchar contra un toro

El Hipocampo de Oro

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La historia del “Hipocampo de oro”, sucede en una aldea de pescadores donde una mujer llamada Glicina , que era muy hermosa y además viuda porque no conocía el matrimonio, fue visitada en la noche por un marinero que estuvo con ella pero que al despertar en la mañana se fue. Pasaron entonces tres años, tres meses, tres semanas y tres días y al cumplir éste tiempo fue hacia la orilla del sur. Pero en el camino unos hombres le advirtieron sobre la presencia de un personaje algo misterioso y fantástico que lo llamaba el Hipocampo de oro, el primero en advertirla fue un viejo pescador de perlas, que le dijo que el hipocampo de oro saldría a buscar una copa de sangre, luego le salió al paso un pescador de corales quien le dijo que el hipocampo de oro saldría en busca de sus ojos y por último fue aludida por un niño pescador de carpas que le comento que el hipocampo de oro saldría en busca del azahar de durazno de las dos almendras. Pero la señora Glicina siguió adelante en busca del hipocampo; de un momento a otro a la orilla del mar empezaron a ocurrir ciertos fenómenos que presagiaban la presencia del Hipocampo de oro, y así ocurrió se presento ante ella llorando, Glicina le interrogó porque lloraba y le dijo que era un rey infeliz porque no tenía todo lo que quería para ser feliz. Le contó además que tenía un conformación orgánica algo extraña, le contó que era el único Hipocampo sobreviviente y que vivía en el fondo del mar.
Le hizo saber sus necesidades de cambiar sus ojos por otros hasta que salga nuevamente la luna, además contó que se debe proveer de una copa de sangre que le daba la brillantez a su cuerpo y del azahar del durazno de las dos almendras que le daba el poder de la sabiduría, sino conseguía todo eso no podría volver a su reino. Ante este relato Glicina preguntó al Hipocampo que daría él por todo eso a cambio y él contestó que daría todo lo que le fuera solicitado hasta su reino. Glicina por su parte le contó de aquella vez que fue visitada por un marinero una noche, quien le dijo que cuando pasara el tiempo previsto vaya hacia la orilla del sur y que nacerá el fruto de nuestro amor. Por eso he venido hasta aquí, para que me des el secreto y yo os de todo lo que me pides a cambio, entonces el Hipocampo resucitó y de inmediato mandó a Glicina a buscar al amigo que se encontraba en el bosque. Glicina partió de inmediato y encontró al durazno de las dos almendras ella le contó todo y éste apenado le entrego lo pedido y se quedó llorando. Glicina se dirigió hacia donde se encontraba el Hipocampo, este al verla le pidió la copa de sangre ella se abrió el pecho y sin lanzar un grito de dolor cortó una arteria, llenó la copa y se la dio, enseguida le entregó el azahar de durazno de las dos almendras y luego se arrancó los ojos y ella le dijo dame ahora mi hijo. El Hipocampo le dijo que su hijo nacerá mañana después del crepúsculo pero que ella morirá le preguntó además que le podía duplicar aquella virtud que desease para su hijo y ella le contestó la del amor. Ella le agradeció esto ya que valía la pena morir por un hijo y el Hipocampo e fue hacia su reino.

La Quebrada del Diablo

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Cuenta una historia que un día dos viajeros cabalgaban por el antiguo camino. Tendieron unos cueros de camero y a corta distancia dejaron sus caballos que se encontraban cansados por el largo viaje desde Tarata y al pasar por la Quebrada del Diablo deciden descansar unos breves instantes, es cerca de media noche, una densa niebla “Kamanchaca” cubría el camino.

De pronto, escucharon unos pasos que se acercaban, un desconocido estaba delante de ellos y los invitaba entrar en su mansión al pasar la noche. En ese instante los arrieros se dan cuenta que a pocos pasos se encontraba la mansión y llevados por una fuerza mayor lo siguen.

Ramón y Pedro así se llamaban los arrieros, asombrados por lo que veían mucha comida, fruta, licores finísimos y joyas de oro el señor decía:
-Esos son mis tesoros
Al ver tanta riqueza junta uno de ellos asombrado exclamó ¡Jesús!...

Y al instante desaparece todo, al amanecer se dieron cuenta que tal mansión no existía y todo era como una mal sueño, sin entender a ambos qué les había sucedido esa noche, lo extraño fue que cada uno al día siguiente tenía en su mano una moneda de plata de tiempo del Rey, y ellos asociaron al caballero de esa noche con el diablo “Supay”.

El Origen del Santuario Indio

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El origen de este santuario lo inicia un indio llamado Sebastián Quimichi, nacido en Cocharcas, Provincia de Chinchero en Andahuaylas.

Sebastián era bueno, honrado y trabajador, pero había nacido con una enfermedad congénita que lo inválido, viviendo de la caridad de las personas. Sebastián no deseando ser una carga, salió de Cocharcas (Andahuaylas) con rumbo al Cusco, con la esperanza de trabajar en esa ciudad, pero con poca suerte, pues por ser impedido físicamente, muy pocos le daban trabajo.

No obstante pasa por muchas penalidades, Sebastián nunca perdió la fe en Dios ni en los hombres y en esos instantes aciagos, una india de nombre Inés le aconsejo que fuera al Santuario de Copacabana y que le pidiera a la Virgen, que le ayudara a calmar sus padecimientos.

Sebastián no lo sabía, pero había sido marcado por la Santísima Virgen como instrumento de su amor a esas regiones que recién recibían la luz del evangelio, pues Dios usa a las personas más modestas, para hacer su voluntad.

Una vez en Copacabana, la Virgen le concedió el milagro de curarlo de su invalidez. Entonces feliz de haber encontrado esta gracia, quiso estar cerca de la Virgen y pidió trabajo en el Santuario, realizando labores como personal de limpieza, portero, campanero, etc.

Diez años después Sebastián decide regresar a su pueblo, pidiendo como pago de sus servicios se le concediera una réplica de la imagen de la Candelaria, para llevarla a su pueblo natal y fomentar su culto en gratitud al milagro que había alcanzado tan generosamente.

Sucede que esos momentos, estaba en Copacabana, visitando el Santuario de la virgen, un buen clérigo argentino de nombre Hermano Camargo, quien al conocer la historia de Sebastián, le encargo a Tito Yupanqui, escultor que había hecho el original, para que realice dos copias, una de tamaño natural y otra de 50 cm, con la idea de llevarla a todos los pueblos, para promover su culto y pedir limosna para la construcción de su santuario.

Ya terminadas las réplicas de tan hermosa escultura, Sebastián regreso orgulloso a su pueblo de Cocharcas en Andahuaylas, donde con las limosnas obtenidas en el trayecto, comenzaron a levantar un santuario, que una vez terminando y por disposición del primer Obispo Ayacucho Fray Agustín Carvo, señala como inicio del culto en honor a la Virgen un 8 de Setiembre de 1598, en lugar del 02 de febrero, pues este mes es de temporada de lluvias y crecida de los ríos, haciendo difícil y peligrosa la concurrencia de peregrinos.

Monseñor Fidel Olivas Escuderos, Obispo de Ayacucho, deseando hacer crecer el culto a la Mamacha Cocharcas, mando hacer un diminuta imagen de la Virgen de Cocharcas, con la piedra llamada Huamanga, conduciendo esta pequeña imagen por toda la región del Mantaro, donde los indios la veneraban, danzaban y daban limosnas para hacer su santuario.

Es por esto que se supone que esta imagen fue traída a esta región para recoger la limosna y por causa desconocida, tal vez por robo o por muerte del que la trasladaba, quedo al pie del cerro del barrio Llamus (hoy anexo de Cocharcas), en una vertiente de agua cristalina, que no deja de brotar. Una vez encontrada tan bella imagen fue trasladada a la Iglesia de Sapallanga, sin que se pueda precisar la fecha, pero la tradición asegura que esto ocurrió hace más de 300 años.

La Viuda Alegre

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En cierta oportunidad la señora encontró a don Bartolomé Chamaya en su casa de la calle Santa Clara, en paños menores, porque hacía mucho calor, don Bartolomé estaba en el quicio de la puerta de su casa. La mencionada dama lo invitó para que la acompañara. Aquel no esperó segunda petición y fue del brazo de ella. Pero después de haber caminado unos cuantos metros, el afortunado personaje se dio cuenta que don Chamaya iba en traje de Adán y con justicia tuvo temor. Las mujeres se cuidan hasta después de muertas.

Cuentan que cuando la mencionada mujer se veía muy sola, echaba a llorar con tanto sentimiento que parecía una criatura. En otra ocasión dicen que don Miguel J. Egart a quien llamaban cariñosamente el Zambo Egart se encontraba tomando licor en una tienda y al verse mareado salió para irse a su casa y al pasar por el parque vio a una señora sentada en una banca y para él fue todo un paraíso en esos momentos al verse los dos solitos, Egart acercándose le preguntó a la señora ¿qué hacía allí?, y si deseaba que la acompañara, empezando a llover los piropos y tantas cosas lindas por el zambo Egart que le seguía enviando palabras amorosas. Llegando al tamarindo rumbo a la Alameda y no la podía alcanzar y al darse cuenta adonde se dirigía nada menos que al cementerio; el zambo Egart sacó su revólver y disparó cinco tiros a este personaje invadido por un frío extraño, el valiente regresó decepcionado, levantándose muy temprano para componer el cuerpo con un guaracazo de yonque, juntos con sus amigos a quienes narró lo sucedido y ellos le informaron que era “La Viuda Alegre”. Seguía la chupeta y las composturas de cuerpo en las madrugadas como de costumbre; el macho Egart enfermó y no duró ni cuatro días más. Se fue en pos de la viudita alegre. Y como la señora encontró su otro gil, se encuentra satisfecha y dejando a los lechuzones hacer sus correrías sin estorbo.

 
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